Equipo SaludActual
Los celos pueden trastocar o cambiar las relaciones de manera irremediable. La desconfianza y la misma inestabilidad de las emociones provocan cambios profundos en las relaciones de pareja.
Los seres humanos convivimos en un devenir de pensamientos, sentimientos y deseos propios de nuestra facultad mental, la que está en directa relación e interacción con los demás, especialmente con las personas significativas.
El afecto que sentimos por un otro a menudo suele verse teñido, aunque no nos demos cuenta, de algunos deseos egoístas; estamos a la expectativa de que nuestro ser querido actúe según nuestra propia estimación y sin querer ser abusivos cometemos el error de exigir lo que al parecer es justo en una relación, sea esta de pareja, amistad, paternal u otra, que involucre el intercambio amoroso de las partes.
Una de las más notorias exigencias tiene que ver con la incondicionalidad y entera disposición que demandamos. Muestras de cariños, regalos, caricias, cumplidos, llamados telefónicos, invitaciones, son manifestaciones afectivas que denotan un interés en el intercambio amoroso. Queremos darnos al otro, pero al mismo tiempo recibir; toda relación es funcional cuando existen estos elementos de reciprocidad.
Siguiendo esta lógica, pasamos a tener una relación mercantilista de las expresiones afectivas. Inocentemente creemos que la persona que tenemos al frente es de nuestra propiedad, pues todo lo que hemos hecho pareciera ser un acto de inversión; entregarse es invertir, entonces exigimos lo que nosotros pensamos que invertimos.
Por ejemplo, las muestras de cariño son las mismas que vamos a demandar: si llamo por teléfono para saludar, voy a esperar recibir un llamado de vuelta, exigiré lo que entrego.
Por otra parte, le entregamos a los demás lo que nosotros pensamos que es lo mejor para ellos, en donde también esperamos un reconocimiento. Pero cuando no se cumple nuestra expectativa nos frustramos y comenzamos a creer que hemos invertido tiempo en quien no nos merece.
Esta dinámica sucede como un devenir de sentimientos, pensamientos y deseos, mas es necesario supervisarlos mediante nuestra facultad intelectual, pues esta es la que discriminará adecuadamente, en consideración a dos ejes, la emoción y la razón.
Veamos ahora, como esta dinámica puede afectar y tensionar una relación en el caso de los celos. Cuando nuestra relación amorosa comienza a verse involucrada con tiñes de desconfianza de parte del opuesto, sumado a inestabilidad emocional, el intercambio amoroso se ve cuestionado. El otro ya no comienza a corresponder mis exigencias, mis deseos, y mis sentimientos.
Se asienta en nosotros la duda, preguntas sin responder, poca claridad en las conversaciones sólo sirven como leña seca en el fuego de los celos.
Mi mente ha maquinado un sin fin de hechos (mediante el pensamiento), los que una y otra vez parecieran tener coincidencia con la realidad. En este caso, la inteligencia, como recurso supervisor, se encuentra en crisis, pues es ella la que no logra integrar los argumentos de la mente, en relación a nuestras emociones y racionalidades, ha perdido la dirección.
La mente tomando el timón, nuevamente buscará de más instancias de desconfianza, pero en esta ocasión tratará de probar lo que está sospechando.
Desde aquí comenzamos a interpelar a nuestro ser querido, cuestionándolo, ninguneándolo e insultándolo, "él es el responsable de que pasemos este tipo de ansiedad", esa será nuestra creencia.
No permitiremos que nadie mire o haga algún gesto cariñoso o de respeto a nuestro ser amado. Todo es de dudosa reputación. Es importante darse cuenta en tiempo precoz de esta situación, ya que sólo traerá penas en el intercambio amoroso y en todos los actores y personas cercanas de dichas escenas insanas para el corazón.
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