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2024-10-06

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Cerca del 10% de la población padece fobia social

Nadia Flores
Equipo periodístico
Saludactual.cl

La fobia social forma parte de los trastornos de la ansiedad y su desarrollo tiene relación con el aislamiento social y el excesivo individualismo de la actualidad.


Hablar en público, enfrentar desafíos o aceptar cumplidos pueden ser situaciones que a algunas personas les causen una cierta incomodidad; sin embargo, para las personas que padecen fobia social éstas les acarrean un miedo irracional que los hace evitarlas a toda costa. Toda situación social les causa gran ansiedad, incluso antes del hecho, lo que termina por interferir en el desarrollo normal de su vida diaria.

La fobia social es un trastorno de la ansiedad, definido como un “miedo persistente y acusado a situaciones sociales o actuaciones en público por temor a que resulten embarazosas. La exposición a estos estímulos produce casi invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad. Dicha respuesta puede tomar la forma de una crisis de angustia situacional o más o menos relacionada con una situación determinada.” (Vía Manual DSM-IVTR

La fobia social se caracteriza por rehuir del contacto y tener una actitud de rechazo ante las relaciones sociales, lo que produce su evasión. La psicóloga Paula Aránguiz explica que la principal diferencia de este trastorno con la timidez "se refleja en la intensidad y en la cantidad de síntomas que el individuo debe presentar para ser diagnosticado, además del deterioro de la actividades que se realizan."

Este trastorno puede ser clasificado en generalizado, en donde se teme a la mayor parte de las relaciones sociales, o específico, que ocurre cuando se teme a situaciones específicas, como comer en público o hablar con personas desconocidas. Se cree que cerca del 10% de la población sufre este padecimiento. (Vía INC

La fobia social se desarrolla principalmente durante la adolescencia y no posee una causa única, los expertos suponen que se produce debido a una serie de factores, entre los que se cuentan: hereditarios, en donde se traspasa una ansiedad exacerbada a desenvolverse socialmente; ambientales, como padres demasiado sobreprotectores o que también hayan padecido fobia social; y neurológicos, asociados a la deficiencia de serotonina en el cerebro.

Los síntomas de la fobia social pueden ser físicos o cognitivos, entre los primeros encontramos: temblores de manos, pies o voz, sudor, ataques de pánico, dificultad para respirar, tensión, palpitaciones, insomnio, fatiga, escalofríos, cefaleas, mareos, etc. Mientras que los cognitivos pueden ser sentimientos de rabia, menosprecio, aislamiento, negatividad, autocrítica, evasión, ansiedad, temor a actuar inadecuadamente o de forma ridícula, sensación de que todos están concentrados en nuestras acciones, entre otros.

El diagnóstico de fobia social se realiza a partir de criterios diagnósticos DSM-IV TR, por la American Pshychiatric Association, y CIE-10, por la Organización Mundial de la Salud, además de la aplicación de test de personalidad y proyectivos gráficos. Los síntomas deben presentarse al menos por 6 meses para que se considere que se sufre de este padecimiento.

El tratamiento de fobia social se efectúa por medio de terapia psicológica y, en casos severos, se requiere de apoyo psiquiátrico y administración de ciertos medicamentos. La Ps. Presas explica que “el tratamiento va por el lado de ayudar a la persona a exponerse a situaciones y hacerle ver que su propia conducta genera rechazo en los demás, disminuir su angustia al contacto y trabajar sus experiencias traumáticas.”

De igual modo, también “es necesario trabajar el autoestima del paciente, que seguramente estará debilitado, el cual se fortalece a través del autocuidado. Esto incluye autoapoyo (o fortaleza interna) y autoaceptación. Además de la expresión adecuada de los sentimientos que emerjan a lo largo de su propio proceso”, señala la Ps. Paula Aránguiz.

La fobia social puede ser un trastorno muy silencioso y fácilmente confundible con la timidez; no obstante, es de vital importancia que sea detectado a tiempo y su tratamiento se lleve a cabo de forma complementaria y transversal, todo ello para mejorar el pronóstico y la calidad de vida del individuo.



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