La naturalización del bullying y sus consecuencias

Equipo SaludActual

Durante los últimos 20 años, ha crecido la concientización en torno a las prácticas de maltrato físico y simbólico entre los pares, los cuales generalmente se daban en contextos escolares. La burla y el abuso se asientan por una de las partes como 1) un llamado de atención, y 2) una agresión sin medidas. A la víctima se le identifica proporcionalmente como una entidad sumisa.

Gracias a las prácticas de reparo e intervenciones de todo tipo es que el fenómeno del matonaje está  cada día más en boga, lo que facilita su tipificación. Si bien en los establecimientos escolares se ha ido dando paso a planes de intervención sobre aquellas prácticas, al mismo tiempo se observa una actitud coloquial, hasta trivial, sobre el abuso. Entre los amigos, compañeros de curso, colegas de trabajo e instancias familiares, el bullying es un mero concepto ilustrativo y menospreciado desde sus comienzos.

Gabriel (38) relata que incluso en reuniones familiares, cuando alguien molesta a otro, todos se ríen, incluido el "afectado". Aquí la manera de simpatizar y corresponder ante las bromas, suele darse a través de comentarios como: "dejen de hacerle bullying", "me están haciendo bullying", "son buenos para el bullying", etcétera. Y así, en cuanto surgen estás declaraciones, todos continúan su carcajeo, dice Gabriel.
El escenario es similar en un ambiente de trabajo, Patricio (45) como un acto de simpatizar con colegas les dice “me dieron una cantidad impresionante de trabajo para esta semana, yo creo que me están haciendo bullying”. Luego, todos los compañeros se ríen, incluido Patricio. Para muchos pareciera ser que esta problemática que surge en términos de graficar el abuso en desarrollo en una relación grupal, ha disminuido su importancia. Incluso se ha naturalizado el concepto para graficar experiencias cotidianas.

José Rioseco Pais, director de Chile Psicólogos, en este artículo sobre el bullying advierte sobre las posibles consecuencias para la vida adulta que tendrían las víctimas de matonaje en términos de sus relaciones con los demás. Así,  un ojo más crítico diría que es riesgoso menospreciar el fenómeno del matonaje volviéndolo natural en el léxico común de las personas, ya que con el tiempo se desvalorizará la intervención y al mismo tiempo generará relaciones internas tensionadas por bromas y malos tratos. De este modo, si el contexto social vuelve este fenómeno una práctica coloquial, muchos pensarán “a veces las personas más graves se molestan si alguien se ríe de dificultades de los otros, pero uno molesta sanamente”, pudiendo causar serios daños en la vida de otros, quizás sin intención.

Entonces, ¿Cómo podríamos diferenciar estas dos instancias cuando el mismo hecho de agredir al otro corresponde a una naturalización de dicha relación? Y es que muchas veces, cuando un tercero interviene molesta a otra persona, la víctima no le atribuye el mismo valor que el victimario.
Por tanto, es una pregunta que podríamos responder solo en la intervención misma, pues visibilizar el problema, está siendo suprimido por un lenguaje común sobre el matonaje. La buena noticia es que, en contraste, hay muchos profesionales, educadores, psicólogos educacionales y empleadores que están mucho más atentos a detectar, atacar y penalizar tales acciones de abuso.

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