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El proyecto Salud Selva recupera los conocimientos de la medicina indígena

26/04/2004

Cuentan que un pueblo que habitaba en lo más profundo de la selva tropical estaba perdiendo su memoria ancestral tras la llegada del hombre blanco. Los más sabios se lanzaron con sus canoas al Amazonas para buscar ayuda. Navegaron hasta lleg

El proyecto Salud Selva recupera los conocimientos de la medicina indígena

Cuentan que un pueblo que habitaba en lo más profundo de la selva tropical
estaba perdiendo su memoria ancestral tras la llegada del hombre blanco. Los
más sabios se lanzaron con sus canoas al Amazonas para buscar ayuda.
Navegaron hasta llegar al Manzanares (Madrid) donde encontraron el socorro que
necesitaban.


Esta historia ficticia podría ilustrar el proyecto que están
llevando a cabo la Agencia Laín Entralgo de la Comunidad de Madrid y
la Universidad Autónoma de Madrid (de este lado del océano) y
la «Universidad de la Selva» (del otro), como denomina Mª Victoria
Antón, responsable del proyecto en España, a las comunidades indias
aguarunas (raza jíbara) de la selva amazónica peruana que se han
implicado en el intercambio de conocimiento relacionado con la salud, pero que
abarca a otros aspectos culturales.


El germen del proyecto Salud Selva data de la década de los 70, cuando
un grupo de españoles convivió durante varios años con
los indígenas amazónicos. Veinte años más tarde,
los aguarunas se dirigieron a la madrileña Escuela Universitaria de Enfermería
buscando cooperación que enriqueciera, recuperara y potenciara su sabiduría
sanitaria. Por primera vez, el Gobierno peruano reconocía el valor de
los curanderos de la selva creando la figura del sanitario amazónico.


A partir de ahí, los alumnos de la escuela de enfermería reciben
cursos de medicina indígena impartidos por habitantes de la amazonia
y viajan al pulmón del planeta para impregnarse del saber de aquellas
tierras. Al mismo tiempo, estos exploradores sanitarios han hecho llegar a los
aguarunas las prácticas científicas. «Por las mañanas
nosotros les dábamos cursos y por la tarde eran ellos quienes nos enseñaban»,
asegura Mª Victoria. Una mezcla muy enriquecedora para ambos, según
los protagonistas.


Juan Antonio Romero, uno de los enfermeros que ha convivido con los indios,
reconoce que es difícil aplicar los conocimientos que ha adquirido, ya
que trabaja en urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid).


Sin embargo, en su vida personal sí lo hace y confiesa que estas enseñanzas
«te hacen ver la salud de forma integral y poner énfasis en el
trato humano. Nuestra medicina se basa en los síntomas y sólo
se fija en el órgano afectado. Los indígenas consideran que una
persona está enferma no sólo porque esté afectado el organismo,
sino también por otros factores del entorno».


Promovidos por los profesionales españoles, se han celebrado encuentros
de curanderos y de los más ancianos de las comunidades para elaborar
un libro que recogerá la sabiduría oral de este pueblo. Una riqueza
cultural que no se mantiene, ni mucho menos, estancada ya que los indígenas
siguen investigando las posibilidades de la poderosa naturaleza que les rodea.


Pero no sólo se limitan a ella; su curiosidad y su falta de prejuicios
les ha llevado a encontrar un remedio sorprendente. Los aguarunas lo denominan
humo, porque dejan que los restos de la combustión de sus cocinas se
acumulen en las telarañas. Más tarde las recogen con un trapo,
las diluyen en dos o tres tazas de agua y lo hierven. Según las instrucciones
que se recogen en el libro, este preparado se hace beber o se administra como
enema a las personas que presentan hemorragias y a las mujeres que tienen dificultades
para dar a luz.


Aunque Antón insiste en que se trata de un proyecto modesto, estas actividades
se podrían enmarcar en un movimiento global que en los años 80
adoptó el nombre de etnomedicina. En aquel momento, los indígenas
denunciaron la explotación de sus conocimientos por parte de las grandes
farmacéuticas sin recibir compensación, además de la expoliación
de los recursos de su entorno para obtener lo que luego se convertiría
en caros medicamentos.


Su lucha se ha visto recompensada con el reconocimiento de instituciones como
la OMS, que han reconocido que su sabiduría no sólo se limita
al uso de plantas medicinales, sino también la dimensión más
mágica de sus prácticas.


Pero no es necesario ir hasta la otra punta del mundo. Historiadores de la
Universidad de Valencia y especialistas en etnofarmacología están
estudiando la medicina popular valenciana. Esta ciudad acogió el año
pasado un encuentro de expertos de distintos países en el que se buscaba
el mestizaje de la medicina indígena con la científica.


Fuente : http://www.elmundo.es/





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