20/04/2004
En un análisis parecido a un juego de vídeo, Michael Berman mueve sus pequeños pulgares mientras se le practica un examen de resonancia magnética de su cerebro con una gigantesca máquina, para revelar la forma en que el
En un análisis parecido a un juego de vídeo, Michael Berman mueve
sus pequeños pulgares mientras se le practica un examen de resonancia
magnética de su cerebro con una gigantesca máquina, para revelar
la forma en que el niño procesa la luz y el movimiento.
A los seis años, Berman es uno de varios niños sometidos a esta
técnica avanzada de exploración, como parte de un esfuerzo para
descubrir cuál es el defecto dentro de los cerebros afectados por el
autismo.
El trabajo podría llevar a un diagnóstico más oportuno
de este misterioso desorden neurológico, que no suele ser detectado sino
hasta que el paciente tiene tres años o más, cuando buena parte
del daño al cerebro en desarrollo habría ocurrido ya, según
algunos investigadores.
"Percibimos que una intervención temprana será más
eficaz", explicó Thomas Zeffiro, del Centro Médico de la
Universidad de Georgetown, quien investiga una tecnología que representaría
un paso adelante y que un día sería usada para explorar los cerebros
de niños en edad preescolar o incluso de bebés.
"Hay controversia sobre si existe un periodo crucial" para frenar
el autismo, advirtió Zeffiro. "Si existe, podría ocurrir
un cambio drástico en la forma como tratamos a los niños con desórdenes
en el desarrollo".
El autismo es un desorden cerebral complejo, más común en los
varones, que interfiere con la capacidad del niño para comunicarse e
interactuar con los demás. Los síntomas pueden ser leves, como
en el caso de Michael, o tan severos que el niño no puede hablar y parece
sufrir un severo retraso.
Nadie conoce la causa, y no hay cura, aunque un intenso entrenamiento de la
conducta puede aligerar significativamente los síntomas de algunos pacientes.
Como parte de la nueva investigación, científicos en Georgetown
y en el Centro Médico Nacional Infantil comparan el comportamiento y
las habilidades cognitivas de los niños con una serie de imágenes
tomadas por un análisis, conocido como resonancia magnética funcional,
que rastrea los cambios en la irrigación sanguínea para mostrar
el funcionamiento del cerebro del paciente cuando realiza tareas.
La mayoría de los estudios anteriores se concentraba en los problemas
emocionales y de comunicación más característicos del autismo.
El investigador William Gaillard, del Centro Médico Nacional Infantil,
dijo que los cerebros de esos niños son ahora explorados para rastrear
los otros síntomas del desorden, como problemas sensoriales, de control
motor, de planeación y de razonamiento.
Hasta ahora, sólo pacientes con síntomas leves pueden pasar por
esta prueba detallada, debido a que hace falta su cooperación. Por ejemplo,
Michael sufre el síndrome de Asperger: tiene excelentes talentos de comunicación
y lee a los 2 años, pero sufre problemas de interacción y de otra
índole.
Los científicos buscan realizar pruebas funcionales de resonancia magnética
en niños más pequeños que antes, algo que alegra a Michael,
quien no deja de formular preguntas a los médicos, sobre los sonidos
que la máquina emite mientras se concentra en diferentes regiones del
cerebro.
Después de sólo un día de pruebas, "él conoce
todos los nombres de las secuencias de pulsaciones", dijo Zeffiro, maravillado.